Nuestro Señor Jesús nos dijo con palabras muy solemnes: «En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» ( Jn 12:24).
Luego agrega esto: «El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna» ( Jn 12:25). En otras palabras, una vida fructífera y una vida eterna vienen de esto: morir como una semilla y odiar tu vida en este mundo.
Lo que me abruma, mientras reflexiono sobre esto y sigo la vida de Adoniram Judson, el primer misionero extranjero de Estados Unidos, es lo estratégico que fue que «muriera» tantas veces y de tantas maneras. Cada vez estoy más persuadido por las Escrituras y la historia de las misiones de que el diseño de Dios para la evangelización del mundo y la consumación de Sus propósitos incluye el sufrimiento de Sus ministros y misioneros.
Para decirlo de manera más clara y específica, Dios desea que el sufrimiento de Sus ministros y misioneros sea un medio esencial en la difusión gozosa y triunfante del evangelio entre todos los pueblos del mundo.
En lo que sigue, me gustaría exponer cuatro puntos y una súplica para que todos ustedes consideren seriamente su papel en el cumplimiento de la Gran Comisión del Señor.
1. Dios se propone que el evangelio se extienda a todos los pueblos.
2. Dios planea hacer del sufrimiento un medio crucial para lograr este propósito.
3. Estamos en una posición histórica que clama por un tremendo esfuerzo y sacrificio misionero.
4. El dolor de Adoniram Judson ilustra el propósito del sufrimiento.
5. Te ruego que seas parte de aquello por lo que murieron Judson y Cristo.
Adoniram Judson: ¡cuán pocos hay que mueren tan duramente!
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