Principios para la evangelización

El Evangelio según el libro de Lucas describe todo el camino desde que: Jesús comenzó a hacer y a enseñar hasta su crucifixión, resurrección y ascensión. El libro de los Hechos, por su parte, narran la historia continua de la obra de Jesús a través de la iglesia impulsada por el Espíritu. Como tal, el libro de los Hechos se le denomina «libro de jugadas» de la iglesia del ¿cómo difundir el evangelio?

Hechos capítulo 8 es clave de la narración de Lucas. Describe como los primeros discípulos, obligados a abandonar Jerusalén por la persecución. Difundieron el evangelio en los alrededores (Hechos 8:1-4) y cómo Felipe el evangelista (Hechos 21:8) predicó el evangelio en la ciudad de Samaria (Hechos 8:5-8) y a un eunuco de Etiopía (Hechos 8:26-40).

Una lectura atenta de este capítulo sugiere siete principios importantes para compartir nuestra fe con los demás.

1. Aprovechar el momento.

    Los que estaban dispersos iban predicando la palabra -Hechos 8:4

La palabra «predicación» puede ser un poco engañosa. Esto no significa que la gente estuviera de pie detrás de los púlpitos dando sermones. La palabra es ¨euangelizo¨ (la palabra de la que obtenemos evangelismo) y simplemente significa «contar las buenas noticias».

Pero note que ellos hicieron esto cuando estaban dispersos debido a la persecución. En otras palabras, estaban sufriendo. Estaban desarraigados de las comunidades. Había una gran inestabilidad en sus vidas. Pero incluso a través de todo esto, «anduvieron contando a otros las buenas noticias». Al igual que Pablo en la cárcel, que vio su encarcelamiento como una oportunidad para hacer avanzar el evangelio (Filipenses 1:12-14). Estos creyentes aprovecharon el momento para evangelizar, aunque sus circunstancias fueran abrumadoras.

2. Hacer buenas obras.

Cuando Felipe proclamó a Cristo en Samaria, también expulsó demonios y sanó a los enfermos (Hechos 8:5-7). Sería fácil desviarse por la naturaleza de los milagros. (La Escritura no da pie a decir que todos los milagros han cesado, ni a insistir en que los milagros sean normativos). Pero, aparte de los milagros, el ministerio de Felipe consistió en palabras y hechos. Predicaba buenas noticias y hacía buenas obras. Vio el sufrimiento físico (los enfermos) y trajo la curación.  Vió la opresión espiritual (demonios) y trajo la liberación.       Por hacer tales cosas,  la gente lo escuchaba. Esto consta en el verso 6: «la multitud, al oírle y ver las señales que hacía, prestó atención a lo que decía Felipe». Sus actos prepararon el camino para sus palabras.

Ese es un buen ejemplo que debemos seguir hoy. Cuando los incrédulos nos ven trabajar para: aliviar el sufrimiento físico por un lado, y cuando ven la transformación que se produce cuando la gente es liberada de la opresión espiritual por otro; entonces será más probable que escuchen el evangelio.

3. Conocer el contexto.

El evangelismo siempre requiere una contextualización. Observe las diferencias entre el evangelismo de Felipe en Samaria en Hechos 8:5-9 y su conversación con el eunuco en Hechos 8:26-40. Se trata de dos contextos distintos, y Felipe los abordó de manera diferente. En Samaria, estaba trabajando en una ciudad haciendo evangelización masiva. Con el eunuco tuvo una conversación individual. Este último fue un evangelismo personal. Su método en Samaria era la proclamación pública (véase el versículo 5: «les anunciaba a Cristo» y el versículo 12: «les anunciaba la buena noticia del reino de Dios y el nombre de Jesucristo». Pero su método con el eunuco fue la conversación, le hizo una pregunta (Hechos 8:30), luego subió a su carro (Hechos 8:31) y le habló de Jesús (Hechos 8:35).

El mensaje esencial en los dos contextos fue el mismo: Felipe compartió el evangelio. No tenemos muchos detalles de lo que dijo en Samaria, excepto que eran «buenas noticias sobre el reino de Dios y el nombre de Cristo». Pero ese lenguaje (reino de Dios y nombre de Cristo), junto con las señales que lo acompañaban, sugieren que Felipe abordó el evangelio desde un determinado ángulo que respondía a las necesidades específicas de los samaritanos.

En el lugar mencionado, había gente: obsesionada con la magia, engañada por el ocultismo, en esclavitud y atadura espiritual. Necesitaban ser liberados. Necesitaban un encuentro de poder con el Cristo resucitado. Necesitaban ver el triunfo del reino de Dios sobre el reino de las tinieblas. Pero en la conversación de Felipe con el eunuco, no se menciona el lenguaje del reino. En cambio, el eunuco estaba leyendo sobre el sufrimiento silencioso de la injusticia por parte del siervo del Señor en Isaías 53, un pasaje que Felipe utilizó para llevarlo directamente a Jesús.

4. Haz buenas preguntas.

La conversación de Felipe con el eunuco ilustra otro principio: la importancia de hacer buenas preguntas (Hechos 8:30). Esta era también la forma en qué Jesús se relacionaba con la gente. Cuando le hacían una pregunta, solía responder con otra. Las buenas preguntas atraen a la gente, provocan una reflexión más profunda e invitan a una introspección.

5. Utiliza la Biblia.

Felipe también utilizó la Biblia en su evangelización al explicar Isaías 53 al eunuco (Hechos 8:32-35). El método evangelístico de Pablo también se centró en la palabra de Dios, ya que razonó a partir de las Escrituras que Jesús era el Cristo (Hechos 17:2-4).

Los mayores movimientos evangelísticos de la historia fueron encabezados por la proclamación renovada de las Escrituras. Piense en el ministerio de enseñanza de Martín Lutero, o en la predicación del evangelio de Whitefield y Wesley en el Primer Gran Despertar. Nunca se debe olvidar que «la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Cristo» (Rom. 10:17). Hay poder en la palabra de Dios.

6. Señala a Jesús.

Mire de nuevo Hechos 8:30-35: Jesús fue el centro de la evangelización de Felipe. También lo fue en Samaria, donde proclamó a Cristo (Hechos 8:5). Cuando compartimos nuestra fe, nuestro objetivo principal: no es atraer a la gente a nuestra iglesia, persuadirla de nuestro sistema teológico o abrazar nuestra política personal. Más bien, buscamos presentarles a una Persona. Mantener a Cristo en el centro.

7. Confía en el Espíritu de Dios.

Por último, confía en el Espíritu de Dios. Vemos el papel del Espíritu en dos versículos que enmarcan la historia del eunuco etíope: Hechos 8:29: «Y el Espíritu dijo a Felipe: Pasa y únete a este carro», y Hechos 8:39: «El Espíritu del Señor llevó a Felipe, y el eunuco no lo vio más, y siguió su camino gozoso».

El Espíritu preparó al eunuco para escuchar el evangelio de Felipe y luego se movió directamente en la vida de Felipe para llevarlo a esa conversación. Esto es lo que podríamos llamar «una cita divina».

La obra del Espíritu es misteriosa. No podemos predecirla ni controlarla. A veces, ni siquiera podemos verla. ¿Recuerdas cómo Jesús comparó la obra del Espíritu con el viento en Juan 3:8? «El viento sopla donde quiere, y ustedes oyen su sonido, pero no saben de dónde viene ni a dónde va. Así sucede con todo aquel que nace del Espíritu».

Pero, aunque la obra del Espíritu es misteriosa, se puede tener la seguridad de dos cosas: (1) Nadie puede entrar en el reino de los cielos a menos que nazca del Espíritu (2) el Espíritu está activo para atraer a la gente a Jesús. Esta certeza debería darnos una gran confianza a la hora de compartir nuestra fe con los demás.

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