Gloria Palabra cargada de significado que remonta a las alturas a los corazones cristianos. El alma es elevada cuando contempla la gloria de Dios y de Su Hijo unigénito. El objeto de nuestra veneración y adoración es Cristo en Su gloria. Por cuanto somos cristianos nos unimos a la comunidad de los santos y a las huestes celestes para elevar preces y honor a El. La vida de Jesús se caracterizó por la humillación y el sufrimiento. Su humanidad sirvió como velo que ocultaba el esplendor de Su deidad.
Sin embargo, hubo momentos en que Su gloria refulgió, trasluciéndose. Era como si el vaso de Su naturaleza humana no fuera suficientemente sólido para ocultarla todo el tiempo. Finitum non capax infinitum, palabras en latín popular de los teólogos del siglo XVI, que encierra dos ideas: La primera, que lo finito no puede aprehender a lo infinito y en este sentido, apunta la atención a la incomprensibilidad de Dios, señalando los límites de la mente humana para captar plenamente la grandeza de Dios.
Nuestra comprensión de Dios es débil, en el mejor de los casos. La segunda idea: que lo finito no puede contener a lo infinito. Así sucedió en la encamación. Aunque la plenitud de la Deidad habitó corporalmente en Cristo, no pudo ser restringida a Su naturaleza humana ni mantenida en sujeción por ella. No es propósito de este libro examinar plenamente la vida de Jesús sino, más bien, enfocar momentos de la vida de Jesús en que Su gloria estalló y fue desplegada a quienes le rodeaban.
Considera también aquellos puntos en que Su humillación dio paso a Su exaltación. Cada vez que escribo un libro me gusta reconocer en forma apropiada a quienes ayudaron en el proceso. En el caso del presente libro resulta necesaria una medida especial de agradecimiento. Cometí el craso error de escribir los primeros seis capítulos en una computadora, grabándolos en el disco duro sin guardarlos en discos blandos. Cuando iba por la mitad, la computadora se echó a perder y parecía evidente que había perdido por completo el trabajo. La Gloria de Cristo.
Mandamos la máquina a varios lugares para que la repararan pero en todos nos decían lo mismo: que era imposible recuperar el trabajo. Entonces Chuck Swindoll se enteró de mi problema y me pidió que enviara la computadora rota a su hijo, al cual describió como un “mago de las computadoras”. Curt Swindoll recuperó mi material en pocos días, solucionando el problema. A él vaya mi profunda gratitud y aprecio.
También quiero agradecer al Doctor Wendell Hawley de Tyndale House; a mi esposa Vesta; a mi ayudante administrativo, Maureen Buchman; y a Gwen Weber, directora de procesamiento de datos de Ligonier por todo lo que me ayudaron en la preparación del manuscrito. Un reconocimiento especial para Stephen Lang por su amable colaboración editorial y por todo lo que mejoró este trabajo.
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