El anhelo de mi corazón esta mañana, es que muchas personas busquen la misericordia del Señor, como lo hizo este publicano, y que desciendan a sus casas justificados. No le pido a nadie que repita estas mismas palabras. Que nadie atribuya a esas palabras un valor supersticioso. ¡Ay, esta oración ha sido usada de manera impertinente e insensata, y se le ha visto en cierto modo como un hechizo! Algunos han dicho:
“Podemos vivir como nos dé la gana, pues sólo tenemos que decir, ‘Dios, sé propicio a mí’, cuando estemos agonizando, y todo saldrá bien”. Este es un uso malvado de la verdad del evangelio; sí, lo convierte en una mentira. Si deciden pervertir de esta manera la gracia del evangelio para su propia destrucción, la sangre de ustedes será sobre sus propias cabezas.
Puede ser que no tengan ni siquiera la oportunidad de pronunciar esta breve frase; o, si la tienen, las palabras podrían no
salir del corazón de ustedes, y de esa manera morirían en sus pecados. Les ruego que no presuman apoyándose en la clemencia de Dios.
Pero si con el corazón del publicano podemos asumir la actitud del publicano, si con el espíritu del publicano podemos usar las palabras del publicano, entonces de allí vendrá una aceptación llena de gracia, y descenderemos a nuestra tras casas justificados.
Si ese fuera el caso, habrá tiempos grandiosos el día de hoy, pues los ángeles se gozarán por los pecadores reconciliados con Dios, y les será permitido conocer en sus propias almas la
misericordia sin límites del Señor
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